Mucho había insistido el técnico de Hellín en ese aspecto y en recuperar las señas de identidad de los albivermellos. Y en el arranque se vio eso: un Lugo presionante, con mordiente y dueño de un balón sin el que sufrían los oscenses. Y si a los buenos síntomas se le suma un gol, crece la determinación del grupo. Apretaban los albivermellos, dueños del duelo, y buscaban aumentar la distancia. Llegó de la forma menos esperada: Josué Sá cometía un penalti infantil cuando salía su equipo tras una jugada de balón parado lucense. Levantó el pie desde el suelo, cayó Peybernes y esa caída no pasó desapercibida para el VAR. Herrera no falló y los locales se iban con un merecido 2-0 al tiempo de descanso.

Sin apenas haber pestañeado al regreso, llegaba una acción que condicionó el duelo y pudo ser incluso mortal para el conjunto amurallado. Rahmani veía la segunda amarilla y los albivermellos se quedaban con uno menos. Con mucho tiempo por delante era inevitable dar un paso atrás. Eso lo aprovechó el equipo de Michel para adueñarse del balón y acortar distancias por medio de Okazaki. No habían pasado ni diez minutos de la reanudación. El Lugo iba a tener que sudar tinta para cerrar la victoria. 

Llegó a peligrar más aún cuando Miguelón hacía la igualada apenas diez minutos después, pero una nueva expulsión marcaría el desenlace del choque. Fue la de Josué Sá que veía la segunda amarilla cuando cortaba una contra de Herrera. Casi a renglón seguido Peybernes voló para cabecear un córner a la escuadra. Delirio. 

Y ese Lugo más confiado supo llevar el barco a buen puerto. Segunda victoria de la temporada que vale para salir de los puestos de descenso y viajar a Soria con la autoestima más alta.